Cómo es viajar a un campo de refugiados

Hay muchas formas de viajar y, sin duda, la que te cuenta Clara Sánchez en este post es una de esas que te cambia la vida. Combinando el deporte con el viaje en solitario, ha querido hablar de su experiencia al viajar a un campo de refugiados en Argelia. ¡Ésta es su historia!


Cuántas veces hemos escuchado las palabras «campo de refugiados»… Históricamente, se define a un campo de refugiados como un asentamiento temporal para un colectivo de gente que ha tenido que huir por diversas razones de su país de origen.

Se supone que estos campos son un refugio temporal mientras la situación se arregla; sin embargo, me fue sorprendente conocer que hay campos de refugiados que sobreviven por años.

Así fue cómo me enteré del campo de refugiados Saharauis que se encuentra en territorio argelino y que dio cobijo a miles de personas que tuvieron que huir de su país, el Sáhara Occidental, en el norte de África, en la década de los setentas.

Cómo llegué al campo de refugiados

Yo soy una amante del deporte, sobre todo de correr. No es un hobby, es una forma de vida, y he recorrido miles de kilómetros para llegar a un lugar y poder correr en una zona, conocer una cultura y respirar otro aire.

Así fue cómo llegué a Argelia a correr el Maratón del Sáhara, cuya ruta recorre tres de las wilayas que conforman el campamento de refugiados de Smara, que cuenta con más de 200.000 refugiados que llevan en el exilio más de cuarenta años.

Mi intención cuando busco esta clase de carreras es empaparme del lugar, es conservar mis pies en la tierra. Es tan fácil olvidarse de las cosas que cuentan… cuando solo cuenta lo que ves en las ciudades, en el ritmo de la vida que es tragado por el implacable tiempo que devora cada minuto de cada día sin que a veces tenga significado realmente lo que haces, y creo que la historia se aprende parándote en los sitios donde se escribe.

Viajar a un campo de refugiados, familia
Con algunas mujeres del campamento. Foto: Clara Sánchez

La vida según las costumbres Saharauis

Me hospedé con una familia Saharaui que me recibió y me hizo sentir como si estuviera en mi propia casa, ofreciéndome todo lo que tenían. Dormí en la alfombra de la jaima, comí al estilo saharaui y aprendí la ceremonia tradicional del té.

Cuando eres invitado a tomar una taza de té estás obligado a aceptar y, además, debes tomar tres tazas de té. Ellos me explicaron este ritual diciendo que el primer sorbo es amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte. A pesar de vivir exiliados de su país, tratan de conservar cada una de sus tradiciones.

Viajar a un campo de refugiados, atardecer
El sol se muestra implacable, pero me regaló su mejor ángulo cuando me permitió ver el ocaso desde esas dunas enormes de arena que se alzan en el desierto. Foto: Clara Sánchez

Es común escuchar pasar un destartalado auto con una sirena que llama a la hora del rezo. Los saharauis practican la religión musulmana, y una noche, mientras cenaba, me explicaron acerca de la religión y lo que significan los días del Ramadán. Qué mejor que descubrir una cultura y su religión de propia boca de quien la práctica, quitando los tabúes e interpretaciones de los que hablan de una u otra religión solo por lo que han percibido.

El valor de lo importante

Mientras estuve en el campamento tuve oportunidad de visitar el hospital y la escuela. Uno creería que porque estamos en un campo de refugiados no existen estos lugares; sin embargo, hay algunos campos de refugiados como éste que están perfectamente organizados, y que, mientras llega el día de volver a su país, tratan de tener una vida lo más “normal” que se pueda, con las carencias que da vivir en mitad del desierto más cálido del mundo.

Le pregunté a Manha, mi anfitriona, qué pasará con la escuela o el hospital que han construido si tuvieran que irse, y me dijo, con una sonrisa: «nada, nosotros estamos listos; si mañana nos dicen que volvamos, ya tenemos todo empacado para regresar». Cuando escuché esto me dejó pensando en que son prácticos, pues todo lo que necesitan lo llevan puesto, no hay muebles enormes y pesados que mudar, ni vestuarios que cargar.

La vida ha hecho que vivan simple, no tienen ese cargamento que tenemos quienes vivimos en países desarrollados: el mobiliario, el guardarropa, los regalos heredados por la abuela, el vestido de novia guardado, la tripa del cordón umbilical cortado al niño y conservado por toda una vida, esas cosas a las que les damos un valor y a las cuales nos apegamos.

Hace apenas cinco años llegó al campamento la electricidad y con ello pudieron tener acceso a la televisión y en algunas zonas a internet, así que algunas veces pude gozar de internet. Iba y me paraba de tal forma sin pestañear para poder captar la señal de una pequeña tienda de comestibles. Es entonces cuando aprecias cada una de las cosas que tienes.

Viajar a un campo de refugiados, jaima
Una de las jaimas del campamento. Foto: Clara Sánchez

El papel de la mujer en el campo de refugiados

Me di cuenta de que las mujeres son el soporte de los campamentos. Ellas me explicaron que mientras los hombres se fueron a la guerra, ellas se quedaron a cargo de todo en el campamento. Fueron ellas quienes construyeron las jaimas, la escuela y los hospitales, y sacaron adelante a las familias. No todos los hombres tuvieron la suerte de poder volver de la guerra.

Cuando terminé de correr el maratón, Manha me esperaba un poco antes de la meta. Me gritó «tú puedes, falta poco», y sus palabras me inyectaron la energía que me faltaba para el último jalón. Me esperó parada bajo el sol con su melfa por más de seis horas, y aunque pude correr un poco más rápido con sus ánimos, lo cierto es que no quería que todo lo que alcanzaba a ver y escuchar en la inmensidad del desierto se terminara, y en ese momento sentí un poco de pena por haberla tenido tanto tiempo esperándome.

Antes de irme quise usar la tradicional melfa. Me ayudaron a ponérmela, y ¡creo que lucía como una autentica Saharaui! Me tomé una foto junto a Selma, la mamá de Manha, y me dijo que tiene 47 años aunque su rostro refleja más edad, quizás como consecuencia de una vida dura en el exilio. Manha nació en los campamentos y nunca ha estado en su país, pero sueña con regresar. Es una activista dando a conocer la causa, y es por esto que me decidí a escribir sobre este viaje.

Viajar a un campo de refugiados, traje típico
Junto a Selma con el traje típico. Foto: Clara Sánchez

Cómo viajar a un campo de refugiados

La forma de viajar a un campo de refugiados es a través de trabajo voluntario o participando en la carrera. No es necesario correr el maratón, puedes ir como no corredor, y te asignarán una familia con la que convivirás por una semana. ¡La recordarás por toda la vida!

Me fui de los campamentos agradecida por tener una familia en un lugar tan remoto y por todo lo que aprendí mientras viajé a este lugar, siempre he dicho que hay tanto mundo por ver que es difícil volver a los mismos lugares, pero estoy segura de que pronto regresaré.

Clara Sánchez

Mexicana, viajo y corro por el mundo contando historias en Atleta viajera. A los 50 años y tras una ruptura de corazón decidí reinventarme. Cada vez hay más mujeres llegando a los 50 solas y con ganas de hacer cosas, y espero que leyéndome se atrevan a salir a conquistar el inmenso mundo que esta esperándonos. Hay muchas maneras de envejecer, tú decides cuál eliges.

Clara Sánchez

10 comentarios en «Cómo es viajar a un campo de refugiados»

  1. Muy bonita la historia escrita, la cual fui partícipe y coincido en todo lo que cuentas, y ahora todo eso me queda en un grato recuerdo de lo vivido.
    Saludos

    Responder
    • Alex un gusto coincidir y conocernos en una tierra tan lejana y sobre todo comprobar que la edad no es un impedimento para explorar el mundo. Felicidades por ese niño que llevas dentro.

      Responder
  2. Que maravillosa historia, no cabe duda que viajar, alimenta el alma. Cuando viví en Buenos Aires no solo lo amé, si no que también vi a México desde otra perspectiva. Saludos querida. Nota: que hermosas Fotos.

    Responder
    • Sandy tienes mucha razón, uno puede apreciar desde otros lugares con nuevos ojos, las cosas y situaciones que vivimos, poder viajar es una gran oportunidad de aprender. Gracias por escribir.

      Responder
  3. La clásica…recordar es volver a vivir…fueron tantas las vivencias en un mundo tan quieto (aparentemente aislado), que he necesitado meses con sus días para ir asimilando la experiencia, bien vivimos unos días, donde la vida lenta del desierto no nos permitía hacer mucho mas allá de lo esencial, comer, dormir y convivir con nuestra familia adoptiva ( que día a día se las ingeniaba para sorprendernos con un buen postre o una lunada)…saludos Clara, saludos Manha, saludos Mulay!!

    Responder
    • Tienes razón Robertico, cuesta trabajo asimilar la vida normal cuando te das cuenta que se puede vivir con tan poco. Un gusto coincidir contigo en esta aventura.

      Responder
  4. Una aventura excepcional que todo el mundo debería tener la oportunidad de vivir. Sáhara un pueblo que lucha por su libertad desde la incertidumbre y el asilo ,maravillosas personas a las que conocer .Clara es una mujer maravillosa con la que tuve la suerte de compartir esa gran experiencia.
    Espero que algún día no o muy lejano el pueblo saharaui vuelva a su verdadera tierra y está parte quede como lo que debería de ser , historia.
    Espero nos volvamos a encontrar en una se esas maravillosas historias y nuestras piernas recorran unos nuevos Km .

    Responder
  5. ¡Qué Maravillosa experiencia Clara! Leerte ha sido una delicia, a través de tus palabras viajé contigo imaginándome esa vida tan diferente a la nuestra, las enseñanzas que te han dejado también las tomo, gracias por ayudarme a ver la vida de otra forma, te mando un fuerte abrazo, doble! Por se hoy tu Cumpleaños ???? Dios te dé mucho mucho más para compartir con los que te rodeamos

    Responder
  6. Ara, muchas gracias por tus palabras, aunque sea un poco atrasado. siempre podemos ver la vida con otro cristal. un abrazo muy fuerte para ti.

    Responder

Deja un comentario